A menudo las organizaciones filantrópicas aplican evaluaciones a sus proyectos debido a motivaciones externas, por ejemplo, dependencia de los recursos económicos de los cofinanciadores, aunque también las realizan para atender los requerimientos de las regulaciones del gobierno y mantener la reputación institucional de la fundación con las acreditadoras (Carman, 2011).

Del mismo modo, la literatura resalta que en un contexto en el que la competencia por recursos es alta, las organizaciones filantrópicas necesitan demostrar de manera contundente sus aptitudes a través de evaluaciones que describan los servicios que proveen, los resultados y los costos (Ciconte & Jacob, 2009).

Tipos de evaluación

Para evaluar las dimensiones de la labor filantrópica, existen diferentes clases de mediciones, como eficiencia, efectividad, resultados e impacto (Anheier, 2005). Por lo general, las organizaciones filantrópicas utilizan una evaluación de programas basada en identificar qué necesidad cubre el proyecto, cuáles son las necesidades de la población beneficiaria, si se cumple con lo planificado y si se logra el objetivo de una manera eficiente en costos (Fine & Thayer, 2003).

La evidencia sostiene que puede existir un desfase entre la medición de resultados y la necesidad de brindar resultados positivos debido a que:

  • Se recolectan datos buscando cumplir con los requerimientos de fondeo de cofinanciadores o entidades supervisoras.
  • No se mide el involucramiento de los beneficiarios que busca lograr la organización.
  • Hay un conflicto entre la medición de resultados estandarizados y la naturaleza experimental del trabajo filantrópico.
  • No hay capacidad técnica ni la infraestructura de datos adecuada para una medición de resultados adecuada (Benjamin, 2012).

Para lograr un sistema de evaluación ideal, la literatura señala que, antes de aplicar la evaluación, las organizaciones deben buscar estrategias de recolección de datos según sus necesidades y capacidades, para poder informar a los grupos interesados. La información recolectada debe reflejar qué se busca medir, ser eficiente en cuanto a los recursos de la fundación y generar la opción de que el proyecto social sea repetido en otros contextos de manera transparente.

Este último motivo permite compartir el aprendizaje proveniente del proyecto con organizaciones pares (Gugerty & Karlan, 2014) y está relacionado con la aplicación de la teoría del cambio para la formulación y evaluación de proyectos sociales.

Una teoría del cambio es la descripción de cómo a través de la intervención se logran las metas propuestas, y explica la lógica causal del proyecto, la modalidad y las condiciones, por lo que establece las preguntas de investigación para evaluaciones posteriores (Gertler et al., 2017).